lunes, 13 de junio de 2016

El anciano cura

Voy con relativa frecuencia a la Parroquia de la Presentación de Moratalaz. Es una especie de reposo del guerrero en medio del bullicio de un barrio especialmente bullicioso. Hay Adoración permanente, en una capillita lateral. Hay misa diaria con una asistencia llamativa (más de cien personas a las nueve de la mañana de un martes). Hay sacerdotes confesando mucho rato.
Y hay un sacerdote mayorcísimo. La espalda encorvada le hace parecer más bajo de lo que es. Las mejillas chupadas, las manos delgadísimas. Debe tener algún problema serio de corazón o de pulmón. Camina muy despacio. Se para a respirar cada tres o cuatro palabras. Concelebra siempre, y lee el Evangelio. Como para a tomar aliento, el Evangelio parece más solemne, más importante aún.
Estas Navidades fui dos o tres veces a rezar y me encuentro con el ensayo del coro. Me siento detrás en la capilla, el coro en primera fila de la nave principal, veía tres o cuatro espaldas y nada más. Cantaban bien, y había unas castañuelas marcando el ritmo con un repique alegre y elaborado. Haciendo florituras, gustándose. Cuando ya me iba, al levantarme me di cuenta. Las castañuelas las tocaba el cura anciano. No tiene fuelle para cantar, pero dirigía el coro a castañuelazo limpio, con un entusiasmo y un brillo en los ojos, que daba gloria verlo.Y daba gloria a Dios.
Y esa imagen se me ha quedado grabada.

1 comentario:

  1. Qué bonito, amiga. Todos los minutos de todas las horas de todos los días de todos los meses de todos los años de nuestra vida, ya sea larga o corta, para dar gloria a Dios. Con todas las fuerzas. Incluso las prestadas por las castañuelas.

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