martes, 7 de octubre de 2014

Hasta los cabellos de vuestra cabeza...

Tengo que confesar que esta mañana, antes de ir a trabajar, estaba francamente inquieta. Si digo que trabajo en la Fundación Alcorcón, no creo necesario explicar más.

Ayer salí de guardia a las diez de la mañana, y no me enteré del asunto hasta las cinco de la tarde. Esta mañana, tenía muchas dudas. ¿Ahora qué hacemos? No quitarnos los guantes para nada. No tocar a los pacientes. ¿Ni los botones del ascensor, ni el teclado del ordenador? ¿Ni las sillas? ¿Ni acercarse a la urgencia? ¿Y si te llaman a ver un paciente? ¿Y si algún trabajador del turno de mañana de la urgencia empieza con fiebre? ¿Se le aísla? ¿Se marcha de vacaciones? Es una situación que favorece el pánico, la actuación precipitada e irracional. Y la caza de brujas.

Ya hay una unanimidad, no sé si orquestada o espontánea, en que existen culpables claros y definidos. Si se leen los comentarios a los artículos de la prensa online, mucha gente tiene sugerencias sobre qué hacer con ellos. El odio que destilan esos comentarios es mucho más preocupante que el Ébola, en mi opinión.

Al enterarme ayer del pastel, me agobié mucho, pero luego recordé eso de que mis cabellos están contados, y que el Señor, que viste a los lirios y que no permite que caiga un pajarillo sin su consentimiento, me sostiene siempre. Y en eso estoy. Intentando tranquilizar a mi marido, que no creo que aprecie mucho el razonamiento de los lirios.