viernes, 8 de abril de 2011

Amanecer



Desde mi casa a la salida de la urbanización hay un tramo de algo más de un kilómetro en dirección este. Eso significa que todas las mañanas me toca la salida del sol, que me deslumbra porque está muy bajo. Es bastante molesto, porque además, cuando se alargan los días y ya no está el sol tan bajo a la hora de salir, cambia la hora.
Esta mañana, gracias al polvo ese del Sahara, en lugar de la luz cegadora de todas las mañanas, había un sol precioso, un círculo amarillo, perfecto, matizado por la nube de polvo, sobre el fondo grisáceo del cielo, un dedo por encima del horizonte. Parecía una vidriera. Solo faltaba que una de las miles de palomas que infestan la zona hubiera volado por encima. Hubiera sido precioso, pero ninguna se ha dignado colaborar.
Si por algo les tengo yo manía...

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