martes, 15 de febrero de 2011

Hijas


Hace unos días envié este correo a un amigo:
Esta mañana, mi hija pequeña se ha levantado cantando, a las 4 y 10 de la mañana! Le he preparado un biberón. Lo ha mirado con desprecio y me ha dicho firmemente: No. Será pequeña, pero tiene las ideas bien claritas.
Mientras esperaba, con ella en brazos, a que decidiera que eso del bibe no era tan mala idea, me ha dado por pensar cómo la vida pone a cada uno en su sitio. La de veces que habré dicho yo a unos padres desesperados, póngalo en la cama y deje que llore, que ya se dormirá. Mientras sigan cogiéndole en brazos, les va a seguir tomando el pelo.
Y ahora soy yo la que todas las noches se levanta 4 o 5 veces con el mismo rollo. Me justifico diciendo que si llora, despierta a su hermana y a su padre, pero la verdad es que no puedo resistir tenerla en brazos, tan pequeña, tan suave, tan cariñosa... Cuando estamos solas de madrugada, se derrumba sobre mí y se abandona, se queda blandita y suave, y me da abrazos, y besos... Qué madre podría resistirse...
Y eso que yo siempre he sido un leño, y si podía dormir 15 horas mejor que 14. He llegado a dormir 20 y 22 horas seguidas, sin comer (siempre he preferido dormir a cualquier otra cosa). Ahora llevo sin dormir 6 horas seguidas desde que nació Carmen, y voy todo el día a rastras. Pero sé que crecerá, como su hermana, y que el precio que tengo que pagar para dormir es perder esos momentos, que son tan preciosos.
Ya dormiré cuando llegue ese día.
Mientras tanto, cada noche es agotadora, pero dulce...
Un beso

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